En estancias de reducidas dimensiones, no queda más remedio que echar mano de la creatividad, del diseño y de soluciones prácticas que nos ayuden a arañar unos centímetros para poder aprovechar mejor el espacio disponible. Las puertas son un elemento imprescindible en aquellas casas que no tienen espacios conectados. Pero también lo son en aquellas de concepto abierto, al fin y al cabo, hay estancias que sí o sí tienen que estar aisladas o en las que es necesario un cierto grado de intimidad.
El mayor problema aparece cuando las puertas son batientes, es decir cuando se abren hacia un lado girando sobre unas bisagras. Esa puerta necesita un espacio libre similar al de su anchura para poder moverse. Pero no se trata solo de ese hueco que se pierde, sino que el giro de la hoja condiciona la decoración de la sala. Para evitarlo, la mejor solución son las puertas correderas.
Una casa más amplia con puertas correderas
Al contrario de lo que ocurre con las batientes, las puertas correderas no requieren de un espacio libre al frente. Son, por ello, perfectas para esas estancias donde las dimensiones son un condicionante importante, como son cuartos de baño, tendederos y despensas o incluso dormitorios pequeños. Su sistema de apertura permite optimizar todo el espacio disponible y facilita el movimiento.
Pero esas puertas correderas aún tienen una ventaja añadida: no imponen ningún tipo de límite a la hora de colocar muebles o distribuirlos por la estancia. Un ejemplo: cuando la puerta es batiente, no se pueden colocar un sofá o una mesa en el lado hacia el que abre la hoja si esta choca contra ellos. Al final, esa circunstancia acaba condicionando la decoración de toda la estancia. A veces supone incluso no poder colocar los muebles que nos gustan porque falta espacio.
Una puerta corredera elimina este problema. Si es empotrada, mucho mejor. En estos casos, la puerta va embutida entre dos tabiques y queda oculta entre ellos cuando se abre. Esto significa que se pueden aprovechar absolutamente todas las paredes de la estancia sin inconveniente ninguno.
Si la puerta corredera es vista, sí hay alguna limitación más en lo que al mobiliario se refiere. Sin embargo, se soluciona dejando solo unos centímetros de separación entre ese sofá o ese mueble y la pared, lo suficiente para que la puerta pueda deslizarse. Al final se pierde mucho menos espacio que con puertas batientes.
A cambio, las puertas correderas lisas tienen una ventaja interesante: pueden ser un elemento decorativo esencial. En espacios de ambientes minimalistas, las de cristal son perfectas: visualmente son muy ligeras. Por otra parte, en acabados traslúcidos o serigrafiados, dan la intimidad necesaria, además de que dejan pasar la luz.
Pero la variedad de puertas correderas es realmente amplia. Desde hace un tiempo son tendencia las de tipo granero. Son esas puertas de tablones de madera sin tratar que recuerdan los almacenes rurales americanos. En su modelo más original son ideales para casas de un estilo más rústico. Sin embargo, esos tablones que se pueden colocar en forma de aspa, que se pueden lacar en infinidad de colores y que pueden llevar incluso cristales, dan forma a puertas que se adaptan a todo tipo de estilos decorativos.
Y, aunque nos hemos referido a las puertas correderas como solución ideal para espacios pequeños, lo cierto es que en viviendas grandes resultan exactamente igual de decorativas y de prácticas. Pero aún pueden tener una utilidad y el motivo está relacionado con esos espacios abiertos que ahora tanto se llevan. Si el hueco de la puerta es doble, no es necesario tirar tabiques para dar esa sensación de amplitud y, además, es muy fácil abrir y cerrar espacios cuando sea necesario.
Cambiar de puertas batientes a correderas sin obras
Instalar puertas correderas en lugar de batientes no entraña ninguna dificultad. Si se opta por correderas vistas, ni siquiera es necesario realizar obras. Si son empotradas sí hay que colocar un doble tabique para instalar la caja en la que se recogen, tampoco es complicado, pero sí más costoso.
Centrándonos en las primeras, en las vistas, estas se desplazan gracias a un sistema de rodillos que se mueven por un carril. Por lo tanto, su instalación es tan sencilla como anclar ese carril a la pared y colgar la puerta. Se puede incluso aprovechar la puerta batiente que ya se tiene y convertirla en corredera.
Es un trabajo algo más laborioso, pero posible. Simplemente hay que rebajar un poco el hueco de la puerta colocando unos perfiles y unas tapetas. También hay que retirar los herrajes de la puerta (bisagras y tirador), taparlos con masilla e igualarlos con barniz o pintura. Ya solo quedará instalar los rodamientos, la barra y una manilla para puerta corredera.
Sin obras y con un coste mínimo, con esas nuevas puertas correderas habremos conseguido ganar un espacio precioso en casa. Pero aún conseguiremos algo más: renovar de paso el aspecto de nuestro hogar, algo que nunca viene mal.