Hay una silla que, aunque no todo el mundo sabe su nombre, la conoce bien, pues ha salido en innumerables revistas, fotografías y películas, además de estar presente en muchas terrazas, porches y jardines. Es un clásico del diseño norteamericano y en su sencillez reside su intemporalidad. Se trata de la silla Adirondack y cuenta con una inconfundible silueta: un respaldo alto de listones de madera cortados haciendo una curva, con un asiento que se extiende a lo largo de las patas traseras en pendiente, amplios reposabrazos…
Sin duda, un clásico de la decoración de exteriores que fue concebido para descansar confortablemente al aire libre, pues su sola presencia evoca la naturaleza, el verano, y el relax. La silla Adirondack ha dado la vuelta al mundo gracias a una simple estructura fabricada en madera. Originalmente se creaba con 11 tableros, respaldo recto y reposabrazos muy anchos, otra de sus señas de identidad, pero a día de hoy se puede encontrar fabricada en múltiples materiales y diseños.
Sillas Adirondack: sinónimo de relax y disfrute al aire libre
La silla nace en 1903 de la mano de Thomas Lee quien al veranear en Westport (Nueva York), quería disfrutar cómodamente de las vistas que ofrecían las fabulosas montañas Adirondack, las cuales dan nombre a la pieza. Tras hacer varios diseños, su familia fue la encargada de probarlos todos hasta que el diseñador consiguió dar con el modelo más cómodo y atractivo. Le dio los planos definitivos de la silla a un carpintero local, un amigo suyo y compañero de caza, Harry Bunnell, quien estaba necesitado de ingresos y vio rápidamente el potencial comercial de la silla. Conocedor del elevado nivel económico de los veraneantes de la zona, la patentó sin el consentimiento del creador original en 1905.
Desde entonces Bunnell fabricó con gran éxito sillas «Westport» en abeto canadiense durante los siguiente 20 años, pintadas en verde o marrón y firmadas, una a una, por el mismo, sin que lee percibiera dinero alguno. En 1938, Irving Wolpin patentó una silla Adirondack con un diseño con el respaldo curvado y asiento contorneado, para ser más ergonómico, modificación basada en el diseño original. Hoy día se pueden adquirir en distintos tipos de madera, así como en plástico y de los más diversos colores. Destacar que en Canadá, está tan extendida el uso de la silla Adirondack que han empezado a llamarla «silla Muskoka», pero su origen no tiene nada que ver con este municipio de Ontario.
Originalmente estaba fabricada con madera de pino, pero hoy existen también modelos de teca, cedro o caoba y se pueden encontrar lacadas en múltiples colores. Ahora se comercializan incluso de plástico. Asimismo, y aunque el diseño inicial no incluía reposapiés, hoy existen modelos que incorporan este accesorio. También existen mesitas auxiliares que continúan la estética de la silla Adirondack y pueden encontrarse versiones de la misma en mecedora. En cuanto a su coste, es un modelo tan producido y se fabrica en tantos acabados, que los precios varían muchísimo. Pueden ir desde los 50 hasta los 700 euros.