El protagonismo de los combustibles fósiles vuelve a repuntar y es que el carbón en pleno ocaso vuelve a la palestra en el mix de la generación eléctrica de todo el continente europeo. La invasión de Rusia a Ucrania ha logrado conseguir que los precios del gas toquen techos no imaginados, superando los 300 euros por el MWh, lo que ha hecho que se intensifique su uso como energía para la producción de electricidad.
Además de generar una reprogramación de la mayoría de los países europeos en el calendario establecido para el cierre de sus centrales con un panorama que está a punto de salirse de control con la llegada del invierno. La reapertura de las centrales de energía a base de carbón ya clausuradas coloca en tela de juicio la independencia de energía de estos países y de todo el bloque y significa un gran traspié en la adopción de energías renovables menos letales para el ambiente.
El carbón como sustituto del gas para generar energía
La lista es extensa, incluyendo a países considerados potencias en Europa como Alemania, Francia, Italia, Grecia, Austria, España y los Países Bajos, entre otros, quienes según el informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) han tenido que revertir sus políticas hacia este tipo de combustible fósil como lo es el carbón. Para de este modo reducir al máximo el gasto de gas para enfrentar un invierno que es incierto y conseguir mantener cierta capacidad de respaldo para una emergencia.
Y aunque los analistas esperan que estas medidas sean provisionales como una alternativa para paliar una crisis energética sacudida por aires de guerra, es importante recalcar que las cosas van de mal en peor, porque el cierre indefinido del gasoducto Nord Stream “alegando una fuga” por parte de la gasista rusa Gazprom indica las intenciones de la política rusa, una decisión que extrañamente coincide con el acuerdo alcanzado por el bloque del G7 con relación a la fijación de límites en los precios de compra para el petróleo de origen ruso.
La quema de carbón en constante aumento de cara al invierno
Las esperanzas están basadas en que estas medidas sean temporales por culpa de la guerra, pero nadie puede ofrecer un balance creíble de la duración de la misma, por lo que las especulaciones están basadas en datos inciertos o en el mejor de los casos en estimaciones que se inclinan hacia un panorama donde el invierno que se avecina sea lo menos cruel posible y que la guerra pueda dar una tregua.
Y es que ahora está la sombra de fugas reales estando el gasoducto cerrado al detectarse un trío de fugas que inmediatamente Suecia, Dinamarca y Alemania han respondido con firmeza que se trata de un sabotaje en el Mar Báltico. Lo que simplemente evidencia la necesidad apremiante de buscar una alternativa real y confiable a esta dependencia, aunque esta solución sea más contaminante como es el caso del Carbón.
El plan carbón – energía renovables de la UE
La quema de este combustible fósil como lo es el carbón se incrementará en un 7 % según las estadísticas más alentadoras para este año en todos los estados miembros de la Unión Europea, lo que significa superar las 475 megatoneladas de producto quemado generando un aumento en la producción eléctrica que ronda el 8 % y que se traduce en unos 50 teravatios por hora.
La idea primigenia es la de establecer un estado de contingencia para afrontar este invierno y de cara a su salida apoyar de un modo contundente un despliegue masivo de energías renovables que compensen “en un corto plazo” la subida actual de las emisiones por culpa de la vuelta a la utilización de los combustibles fósiles para conseguir la preciada energía eléctrica.
El error de Europa se basó en la priorización del gas ruso frente a las energías renovables y ahora ha sido una decisión que está generando un costo político y humano sin precedentes, no queda más que asumir las consecuencias de estas políticas y redoblar la apuesta por las energías renovables donde existe multitud de alternativas, sobresaliendo la energía solar como garantía de soberanía energética, mientras se respetan los objetivos trazados para el cambio climático del 2030.