Los cambios en la geopolítica a nivel mundial y en la economía por la guerra Rusia – Ucrania están trastocando y creando una crisis energética donde se esperan cambios profundos y duraderos. Pero mirándolo desde el punto de vista positivo, esta crisis sin dudas acelerará la transición hacia un sistema energético libre de combustibles fósiles que ofrezca una mayor sostenibilidad y seguridad, sin olvidar que evidentemente será mucho más amigable con el medio ambiente.
Y es que esta coyuntura bélica impone criterios de cambios de un modo inmediato y a futuro, porque sin dudas el mundo de la energía está cambiando tal y como lo conocemos en la actualidad y la guerra no ha hecho más que acelerar estos cambios. De allí que la política de los gobiernos sea la de imponer un punto de inflexión que sea histórico y marque las pautas definitivas hacia la adopción de una energía limpia y asequible en detrimento de los combustibles fósiles.
La energía del uso de combustibles fósiles en plena caída
Por vez primera en la historia se mantiene una proyección hacia un escenario donde la demanda mundial de combustibles fósiles presenta una meseta o pico, y es que las indicaciones establecen que el uso del carbón va en franca caída en los próximos años, mientras el gas exhibe una meseta para finales de esta misma década debido a las proyecciones de los vehículos eléctricos (EV). Además de la estabilización de la demanda de petróleo a mediados de la década del 2030 para conseguir una prolongada disminución a mediados de siglo.
Es decir, una disminución de la demanda total de combustibles fósiles en constante disminución desde mediados de la década del 2020 hasta el 2050, con descensos anuales promedios que equivalen a la producción de por vida de un campo petrolero de grandes dimensiones y tomando en consideración que los descensos son evidentemente más prolongados en aquellos países que están comprometidos con el clima.
Una reducción de emisiones, pero aún insuficiente
El uso de los combustibles fósiles se ha mantenido en pleno aumento junto al PIB de las naciones desde el siglo XVIII en plena revolución industrial y la reversión de esta dinámica sin dudas representa un punto crucial en la historia de la energía a nivel mundial.
Estas estimaciones indican que los combustibles fósiles perderán un 20 % del protagonismo en el escenario de las políticas declaradas para ir desde el 80 % actual hasta el 60 % en el 2050. Lo que generará que las emisiones globales de CO2 den un paso atrás y se ubiquen en un pleno retroceso que obligue a un ahorro de unas 5 mil millones de toneladas de CO2 para el año 2050.
Aunque es una ayuda para el ambiente, está claro que la insuficiencia es notoria para que se produzcan cambios severos en el calentamiento, además está presente el crecimiento de las energías solares fotovoltaicas con una gran representación de diversas formas y modalidades de generación y que en conjunto incidirán en una transformación más rápida con relación a las políticas establecidas.
Las cadenas de suministros energéticos y el caso de Rusia
Las baterías, los electrolizadores y la energía solar fotovoltaica están expandiéndose a un ritmo acelerado pero que necesita de un mayor compromiso global. Esto implica que si la fabricación e implementación de equipos y de energía solar fotovoltaica se lleva a cabo manteniendo los niveles anunciados, estaríamos superando con creces el 75 % de las promesas anunciadas y estipuladas para ser alcanzadas en el año 2030, mientras que para los electrolizadores necesarios para la producción de hidrógeno esta proyección daría cumplimiento al 50 % de la meta.
Y es que el caso de Rusia al ser por mucho el mayor exportador de combustibles fósiles a nivel mundial, implicando que los países del globo tengan que reorganizar sus estrategias energéticas de cara a los bloqueos propios generados por la guerra y donde sin dudas la gran beneficiada será la industria de la energía solar y todo lo concerniente a esta industria limpia, económica y amigable con el medio ambiente.