La jubilación y la pensión vuelven a poner cifras encima de la mesa, y no son tranquilizadoras. Casi la mitad de los españoles no ahorra nada pensando en ese momento en el que deje de trabajar, mientras el sistema público sigue bajo presión por pura demografía y números que no cuadran del todo.
Pensar en la pensión de jubilación como único sostén económico tras dejar el empleo ya no es mayoritario. De hecho, solo una pequeña parte de la población confía en que la pensión pública sea suficiente para mantener su nivel de vida, algo que marca un cambio claro respecto a hace apenas una década.
Jubilación y pensión: qué esperan realmente los españoles
Cuando se pregunta de forma directa por la jubilación, las respuestas son más prudentes que optimistas. Cerca del 49% de los españoles reconoce que no ahorra de ninguna manera para complementar su futura pensión, un dato que supera claramente la media europea y que refleja una realidad incómoda.
Aun así, solo un 13% cree que la pensión pública bastará por sí sola. La mayoría asume que necesitará ingresos extra cuando llegue la jubilación, aunque no siempre tenga claro cómo conseguirlos ni cuándo empezar.
Curiosamente, las expectativas sobre la cuantía de la pensión siguen siendo algo más altas que en otros países. En España se espera recibir alrededor del 61% del último salario mediante el sistema público, frente al 53% de media en Europa. Entre los mayores de 51 años, esa previsión sube todavía más.
Ahorro privado: el gran punto débil del sistema
El ahorro complementario sigue siendo la asignatura pendiente. Solo uno de cada cuatro españoles cuenta con un plan de pensiones individual y apenas el 15% participa en un plan de empresa, cifras muy alejadas de las del entorno europeo. El segundo pilar de la previsión social, el que depende de las empresas, apenas despega. Aun así, hay cierto consenso en una idea: más de siete de cada diez personas verían con buenos ojos que las empresas incluyeran automáticamente a sus trabajadores en un plan, con opción de renunciar si así lo desean.
En cuanto al tipo de productos, la preferencia es clara. La mayoría busca seguridad antes que rentabilidad, incluso aunque eso limite los beneficios a largo plazo. El miedo a perder capital pesa más que la posibilidad de ganar algo más.
Cómo se ahorra y cómo se piensa cobrar la pensión
Entre quienes ya tienen un plan de pensiones, el comportamiento es bastante estable. La mayoría mantiene las mismas aportaciones año tras año, y solo una minoría las ha incrementado recientemente. Los rescates anticipados siguen siendo residuales.
A la hora de cobrar, la jubilación tampoco se imagina de una sola forma. Muchos prefieren una renta vitalicia que asegure ingresos constantes, mientras otros optan por recibir todo el dinero de golpe o combinar distintas modalidades según sus necesidades.
Educación financiera: una carencia que se repite
La falta de educación financiera aparece una y otra vez como uno de los grandes frenos al ahorro para la jubilación. Una parte importante de quienes no ahorran reconoce que no lo hace porque no entiende bien los productos disponibles o no sabe por dónde empezar. La información digital es el canal preferido para conocer detalles sobre pensiones, aunque muchos siguen valorando tener documentación en papel.
Además, existe un alto interés por contar con sellos claros que certifiquen y estandaricen los productos de ahorro, algo que facilitaría la toma de decisiones.
Tres de cada diez no quieren ahorrar para la jubilación
No todo se explica por falta de recursos. Cerca de un tercio de quienes no ahorran admite que no tiene interés en hacerlo. Algunos confían en otros ingresos futuros y otros, simplemente, no ven necesario planificar más allá.
Entre los que sí empiezan a ahorrar, el asesoramiento profesional juega un papel relevante, por delante incluso de las campañas públicas. Las recomendaciones personales y la información en redes también influyen, aunque con resultados desiguales. La jubilación y la pensión siguen siendo temas centrales, pero el enfoque ha cambiado. Ya no se habla solo de cuánto pagará el sistema, sino de hasta qué punto cada persona está preparada para completar esos ingresos cuando llegue el momento. Y ahí, los datos dejan poco margen para la complacencia.



