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¿Conoces la historia del coctel más famoso? Aquí te la contamos

Conoce el verdadero origen del Dry Martini

martini dry

Una teoría del origen del Dry Martini nos lleva a la ciudad de Martínez en California (EEUU), donde los historiadores y habitantes de la ciudad afirman que la bebida fue creada durante la fiebre del oro, a mediados del siglo XIX.

De modo que, este longevo coctel tiene más de 100 años de historia, aún goza de larga vida, y se encuentra en el top ten de las bebidas más populares y vendidas en bares de todo el mundo. Aquí te contamos algunas cosas sobre su historia y evolución que se ha teñido de la visión de figuras influyentes en campos tan diversos, pero a la vez emparentados, como la literatura y la política.

¿Un clásico en continua evolución?

El Dry Martini es un sofisticado cóctel que siempre está de moda. Además, resulta muy polémico, porque no existe un acuerdo en cuál es la mejor manera para prepararlo. Entre tantas versiones diseñadas, es válido preguntar: ¿con ginebra o vodka?, ¿mezclado o shakeado?, ¿con twist de limón o aceitunas?, ¿seco?, ¿dirty?.

¿Cuáles son las características del Martini básico?

Según la Asociación Internacional de Barmans, la fórmula del Martini se obtiene por la mezcla de 5,5 centilitros de ginebra y 1,5 centilitros de vermú seco. Suele servirse en copa de cóctel, adornado con una aceituna cruzada.

Sin embargo, esta bebida lleva en si misma el germen de la creatividad y a lo largo de su historia se conocen versiones como el “vodka Martini”, que lleva vodka en vez de Martini. El Martini dulce, compuesto de vermú rojo, en vez de seco,  con una cereza al marrasquino; el “Perfect Martini”, elaborado con 5.5 cl de gin, 1.0 cl de vermú seco y 1.0 cl de vermú rojo, decorado con piel de limón; o el “Gibson”, que no lleva aceituna sino dos cebollitas perlas.

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Las versiones de escritores y políticos

Para seguir con la evolución del Martini, es útil recordar una frase del famoso escritor Charles Bukowski (EEUU) al sostener que existía una tendencia casi inevitable por beber:

“Si sucede algo malo bebes para olvidarlo, sucede algo bueno bebes para celebrarlo, y si no sucede nada bebes para que suceda.”

Este parece ser el mantra de quienes han adoptado el Martini como  una especie de talismán para guiar acuerdos y desacuerdos.

Ideal para iniciar o cerrar alguna negociación, o simplemente muy útil para entonar la sensibilidad mientras se escriben algunas líneas. Deleita la vista a través de su colorido, al tiempo que fascina paladares gracias a la inmensa gama de composiciones que se han creado.

Ernest Hemingway, en “Adiós a las armas”, llegó a decir sobre este coctel, que

“no he probado nada tan cool and clean, sofisticado y limpio…Me hacen sentir civilizado”.

Winston Churchill, marcadamente adepto a la bebida, también disfrutaba de un Dry Martini de vez en cuando. Incluso, creó su propia receta, el “Churchill Martini”, compuesto de muy poco vermut, que detestaba, y mucha  ginebra Plymouth. Medio en broma, medio en serio, decía que primero se ponía ginebra en una copa y luego se echaba una mirada a una botella de vermut.

El director de cine Alfred Hitchcock, también era afín  con la receta. Él siempre lo ordenaba muy seco:

“cinco partes de ginebra y una mirada a una botella de vermut”.

Al Presidente Roosevelt (EEUU), sin embargo, le horrorizaba el “Churchill Martini”. Él tomaba sus Dry Martinis, que preparaba él mismo, con mucho vermut, algo que estaba pasado de moda, pero que a él le encantaba. También añadía unas gotas de Pernod, agua de rosas y unas olivas. Tanto le gustaba la combinación, que llevaba un “martini kid” allá donde fuera. Incluso, le preparó uno a Stalin en la conferencia de Teherán de 1943. A Stalin, acostumbrado al vodka, el coctel no le produjo gran cosa. Opinaba que enfriaba el estómago más que otra cosa. El líder Nikita Kruschev (Unión Soviética) lo aborrecía abiertamente, pensaba que “Es más letal que las armas estadounidenses”.

Glamour y elegancia, presente en imágenes icónicas del cine y de la vida real, el Martini palabras más, palabras menos, forma parte de lo más profundo de la cultura occidental. Siempre presente como enlace entre sibarismo y realismo político.

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