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El mundo aún no está listo para dejar ir a la energía nuclear y Alemania es una muestra de ello

Una fuente de energía confiable, barata y a largo plazo. Pero que incluye muchos peligros

El temor a la energía nuclear desde el desastre de Chernóbil en 1988 aún está presente y es que la contaminación no solo se limitó a los espacios geográficos alrededor del reactor, sino que la nube radiactiva tóxica contamino un área de cientos de kilómetros afectando jardines y cultivos en toda Europa, creando miedo y desesperación en toda una generación. Un punto de inflexión en un país que como Alemania estaba creando una estructura que apostaba a las energías nucleares.

La opinión pública se encargó del resto y por ende al rechazo categórico a la energía nuclear hasta alcanzar actualmente un consenso para establecer una especie de apagón atómico. Reduciendo la dependencia de este tipo de energía nuclear y relegándola a solo aportar un 5 %, así como a una disminución de las instalaciones, las cuales han logrado ir desde las 33 a solo 3 unidades hoy día.

Alemania y Europa no se desprenderán de la energía nuclear dada la crisis actual

Las promesas del gobierno alemán en la década de 1960 expresaban su ambicioso proyecto para conseguir y generar energía barata para siempre mediante la implementación y adopción de la energía nuclear a gran escala y es que solo 15 años de labor se necesitaron para conseguir más de 30 centrales operativas en territorio teutón.

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Pero la historia ha estado plagada de desastres atómicos, que si bien son pocos en comparación con otras energías, gozan de ser desastrosos al límite de lo permisible y de generar una reacción en cadena que desata los miedos más profundos en la psiquis humana, que sin dudas hacen que el ser humano se formule la pregunta: ¿vale la pena correr un riesgo tan grande para mantener energía a un precio razonable?

Los desastres de Chernóbil y el de Fukushima en 1988 y en 2011 respectivamente han logrado un profundo enfriamiento y un serio replanteamiento para la adopción de energía nuclear o para su expansión, en ambos casos los resultados evidentemente han sido condenatorios y se han adoptado medidas de cierre a largo o corto plazo a nivel mundial para las centrales nucleares.

Pero qué sucede con los problemas de dependencia energética del viejo continente y cómo encarar estos procesos de cierre de un tipo de energía que aunque peligrosa siempre ha sido capaz de ofrecer una salvación energéticamente hablando a los países que le han dado luz verde a su desarrollo e implementación.

La postura hacia la energía nuclear deja al descubierto la dependencia europea

La opinión general rechaza de un modo mayoritario todo lo que tiene relación con la energía nuclear, y es que muchos la odian y le temen, pero ahora más que nunca muchos son los que se plantean el dilema de mantener estos cierres programados en medio de una crisis energética que podría apagar las luces de Europa, creando una recesión económica sin precedentes y generando miedo y peligros en pleno invierno.

La tormenta perfecta para estados como Alemania que están obligados a conseguir nuevas fuentes de energías (gas, petróleo, carbón, renovables) de un modo urgente, mientras se aceleran las estrategias y las inversiones para una transición hacia energías que evidentemente sean renovables, limpias y catalogadas de verdes, con el fin supremo de reducir al mínimo el uso de las derivadas de los combustibles fósiles.

La guerra ha dado al traste con los planes de muchas economías europeas y mundiales, sobre todo aquellas que gozan de una elevada dependencia del gas ruso, un combustible que en muchos casos supera el 60 % de la demanda de muchos países.

Lo ideal es salir de las energías que sean problemáticas y adoptar un esquema de transición que mantenga la necesaria aceleración para evitar más daños al medio ambiente, pero la guerra Rusia – ucrania no estaba en los planes y ahora las medidas coercitivas y de urgencia hacen que el panorama alemán y mundial tenga que replantearse acerca de la energía nuclear y el temor que significa tanto abandonarla como seguir manteniéndola.

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