Hay sillas que perviven a través de los siglos y la silla Wassily es un buen ejemplo. Fue ideada por Marcel Breuer, y su primer diseño data de los años 1925-1926, momento en el cual Breuer era el director de taller de ebanistería de Bauhaus, en Dessau, Alemania. También conocida como modelo B3, fue ideada especialmente para una casa situada en el país germano, la Kandinsky, aunque pronto se dio a conocer en todo el país y en el resto del mundo. Tal es así que, a día de hoy, la silla Wassily es uno de los elementos de mobiliario de oficina más codiciados por los interioristas y diseñadores.
La silla Wassily fue la primera silla tubular del mercado, produciéndose y comercializándose inicialmente entre 1926 y 1929 por la firma austríaca Thonet hasta la II Guerra Mundial, cuando la firma cesó su producción. La marca Knoll ofrece actualmente una versión de esta silla, con ligeros cambios, como por ejemplo el revestimiento en piel en lugar de hilo de hierro del modelo original. Knoll recuperó este clásico en 1968. Una pieza que se ha visto miles de veces en distintas viviendas, despachos, salas de estar, oficinas… y si no ha sido esta silla, ha sido alguno de los centenares de copias e imitaciones que se sucedieron desde su lanzamiento en 1925.
La Silla Wassily o B3 revolucionó el sector por estar hecha en acero y por su forma de producción
Marcel Breuer creó este diseño inspirado por una bicicleta, concretamente la bicicleta Alder, cuya estructura era de acero. Por aquel entonces, trabajar con acero era complicado, y llevar esos trabajos al ámbito del mobiliario, aún más. Existía una empresa, la empresa Mannesmann, que había diseñado la manera de producir tubos de acero sin que éstos tuvieran costura, es decir, que al doblarlos no se rompieran. Fue este conocimiento sobre el acero lo que Marcel Breuer decidió utilizar para crear el primer prototipo de lo que hoy se conoce como Silla Wassily.
La revolución de la silla Wassily, la cual ilustra a la perfección el gusto por las formas sencillas y la construcción modular de su creador, viene dada por dos innovaciones diferentes. La primera de ellas corresponde al material empleado. El acero usado para la fabricación de productos era algo poco usual, y aún lo era más si se empleaba en la producción de sillas de oficina. Por eso, el ver una silla de oficina diseñada y producida en acero fue uno de los principales motivos por los que esta silla traspasó fronteras tanto geográficas como de tiempo.
La otra gran innovación que hizo que esta silla fuera catalogada como revolucionaria para su época fue su forma de producción. Y es que, por aquel entonces, hacía poco tiempo que se había descubierto cómo poder moldear el acero a gusto propio, para posteriormente trabajarlo y acoplarlo a diversos diseños. Pues bien, esa forma de trabajar aplicada a mobiliario no se había visto todavía. Por eso, cuando se dio a conocer la silla y vieron que sus patas eran de acero haciendo una forma geométrica, se consideró una revolución para la época.
Pero, pese a la gran acogida que tuvo la silla en sus comienzos, ésta aún sufrió modificaciones para adaptar su proceso de producción a las novedades que iban surgiendo. De tal forma, se puede observar que en su segunda edición, que data de 1927, se aprecia ya como el acero es continuo, es decir, que no hay soldaduras. Ésta era la primera vez que se utilizaba el acero de manera continuada creando un espacio con forma cúbica. Hoy en día, esta silla se ha convertido en uno de los elementos de mobiliario de oficina más codiciados.
Hito en el uso de materiales en el diseño y fabricación de mobiliario, el uso de la B3 aporta una gran belleza estética a las oficinas y, además, dota a la sala de un ambiente de modernidad. Dada su comodidad es apta tanto para salas de reuniones como para despechos. La versatilidad de esta silla ha abierto la oportunidad de integrarla en cualquier tipo de espacio. Como ocurre con todos los diseños de gran éxito, en el mercado pueden encontrarse, a precios más económicos que la original, la cual supera los 3.000 euros, un montón de copias de la misma.
Decir que, a pesar de la creencia popular, la silla no fue diseñada para el pintor no-objetivista Wassily Kandisnsky, quien fue docente simultáneamente en la Bauhaus. Sin embargo, Kandinsky había admirado el diseño completado, y Breuer fabricó un duplicado para la oficina personal de Kandinsky. La silla llegó a conocerse como «Wassily» decenios más tarde, cuando fue re-editada por un fabricante italiano llamado Gavina que había aprendido de la anecdótica conexión con Kandinsky en el curso de sus investigaciones sobre los orígenes de la silla.