El sillón egg, o sillón huevo, es inconfundible. Sus líneas redondeadas recuerdan a ese alimento básico. Pero más allá de esta característica, es una pieza de diseño que encierra un sinfín de curiosidades y que destaca, sobre todo, por su comodidad. Además, vuelve a ser tendencia. No debemos olvidar que las líneas curvas se imponen en decoración. Por ello, no hay mejor elemento para darle ese toque actual al salón, al despacho o incluso al dormitorio que este particular sillón.
Eso sí, el sillón huevo original es una pieza de auténtica artesanía, cada una de ellas es única y exclusiva, de ahí que no estén precisamente al alcance de cualquier bolsillo. Pero siempre es posible encontrar sillones más económicos, fabricados de manera industrial y con materiales más modestos. A nivel de decoración, el efecto es el mismo, con la ventaja de que algunos de esos materiales dan mucho más juego, por ejemplo, a la hora de elegir colores o incluso texturas y estampados.
Sillón huevo: un clásico en decoración
Fue un arquitecto y diseñador industrial danés, Arne Jacobsen, el que creó este peculiar sillón. Corría al año 1958 y el destino de estos sillones era el Hotel Real de Dinamarca. Su diseño, en un principio pasó desapercibido. Sin embargo, con el tiempo se ha convertido no solo en uno de los trabajos más famosos de Jacobsen, también en uno de los iconos en decoración, una de esas piezas que no han perdido su atractivo a pesar del paso del tiempo.
¿Pero qué hace que el sillón huevo sea tan especial? Por un lado, lo que se ve: esas líneas curvas y envolventes que hacen que sea especialmente cómodo. Por otro, que es un sillón en el que el respaldo y los brazos forman un todo, una única pieza. Y es esta característica la que encierra la gran dificultad en la fabricación de esta pieza, en la que la tapicería no tiene un solo fruncido ni una arruga.
Para materializar ese diseño, Jacobsen tuvo que idear también una técnica específica de fabricación. Era necesario forzar los materiales para conseguir que la tela adquiriera la particular forma del armazón de madera del sillón. Almohadillas de espuma y más de mil puntadas hechas a mano en cada silla es el secreto para conseguir que la tapicería se adapte como un guante a esa estructura.
Hoy esos sillones se siguen fabricando como antaño, pero las auténticas son piezas casi de coleccionista. En su lugar, podemos ver otras que copian el diseño pero se fabrican de forma industrial, con armazón de fibra de vidrio y textiles en lugar de cuero en la tapicería. Son modelos más económicos, aunque con todo el estilo de aquel diseño de finales de los 50.
Pon una nota de glamour en casa con el sillón huevo
En su diseño original, el sillón tiene dos enormes ventajas: su extraordinaria comodidad y su gran presencia. Pero tiene un inconveniente: su volumen. Por ello, los hemos visto en hoteles, recepciones y negocios, pero mucho menos en hogares. La solución para introducirlo en casa llegaba de nuevos materiales y también de ligeros retoques en el diseño original.
En la actualidad, esos nuevos materiales permiten sillones menos voluminosos, también en acabados muy diferentes, incluso con estampados. Si a ello sumamos la producción industrial, ahora es muy sencillo poner una nota de estilo y de glamur en casa con una de estas piezas. ¿Pero dónde colocarla? El sillón huevo es perfecto para decorar el salón, pero de manera especial para ese rincón de lectura o en el que nos gusta relajarnos después del trabajo.
Pero el sillón egg tiene muchas otras posibilidades en casa gracias a la evolución de su diseño. Una pieza colgante, más liviana, es una forma increíble de tener un lugar en el que relajarse en el dormitorio, o incluso en la terraza o en el porche. Porque estos modelos se fabrican en materiales tan versátiles y tan de moda como el ratán o el mimbre.
Y si hay niños en casa, las versiones mini harán sus delicias. En colores llamativos, con estampados divertidos, colgantes o no, los sillones huevo son un complemento maravilloso para su dormitorio o para el cuarto de juegos. Y todo ello, sin dejarse un dineral, gracias a esas piezas de fabricación industrial que, aunque no sean exclusivas como las originales, sí tienen casi todo su encanto.