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La producción de aceite de oliva en peligro por la sequia

Descensos de hasta un 80 % en la producción para cosechas en secano amenazan a este cultivo

El verano y las sequías son un tema álgido que la humanidad ha prolongado en el tiempo al no tomar y aplicar los necesarios correctivos, incidencias como el calentamiento global y la deforestación, que sumado a la extracción de grandes cantidades de aguas subterráneas han permitido que sitios emblemáticos ahora no dispongan del preciado líquido y por ende sea cuesta arriba el hecho de lograr una producción agrícola decente. Por ello las tierras de secano donde se encuentran los olivares son especialmente atacadas por este fenómeno, donde la incidencia de las lluvias se encuentra en su mínima expresión, afectando de un modo directo la producción de la materia prima del aceite de oliva y por ende colocando en grave riesgo el futuro de este alimento.

La sequía se ha ido adueñando desde hace unos 3 o 4 años de toda la zona y donde las cosechas en el olivar de secano son casi inexistentes y la situación por lo visto no tiende a mejorar, lo que obliga a los productores a asumir pérdidas en la producción. Un fenómeno que ya ha logrado escalar de amenaza a realidad y es que el cambio climático ya está pasando una alta factura al campo español y por ende a los productores agropecuarios con costos asociados de 600 millones de € y donde en efecto el cultivo más susceptible y que presenta la mayor amenaza es el del olivo con incidencia directa en el beneficioso aceite de oliva.

Malos augurios para el aceite de oliva a nivel mundial

La gravedad de esta sequía se puede fácilmente demostrar en la cuenca del Guadalquivir y que en efecto es una zona donde se concentra un 70 % de la producción nacional de aceite de oliva. Además de un estrés hídrico de casi una década que está generando resultados increíblemente nefastos en las plantaciones, al mantener un consecuente estancamiento de la producción. Logrando retrocesos en la producción a pesar de haber incrementos en las plantaciones, un tema de gran preocupación a nivel mundial, ya que España representa con sus 2.65 millones de hectáreas un 22 % de la siembra mundial y un 42 % de la producción de aceite de oliva a nivel mundial.

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Unas cifras impresionantes y que demuestran el peligro al que se expone la producción de este importante alimento que además es ampliamente beneficioso para la nutrición, la salud y para ser empleado en la manufactura de incontables productos de belleza y de cosmética. De allí que los productores estén desesperados porque evidentemente las cuentas no cuadran, una situación que afecta a todos por igual y mucho más a las producciones de secano, las cuales mantienen rangos de producción que están por debajo del 40 %.

La famosa zona de Andalucía es especialmente golpeada por estas circunstancias de sequía y es que se esperan peores escenarios con una impactante reducción de hasta un 80 % de la superficie apta para cultivos en los olivares andaluces en las diversas variedades (secano, manzanilla y hojiblanca). De allí que simplemente la variedad denominada (picual) será la que podría mantenerse en pie y lograr rendimientos en secano, y donde ya es comprobado que un aumento de solo 2.5 grados en la temperatura logrará disminuir la producción en los peores escenarios en un increíble y nefasto 83 % en la zona de Sevilla y en menores proporciones en Córdoba y Cádiz.

El calentamiento global ataca al aceite de oliva

El calentamiento global evidentemente disparará la temida evapotranspiración y un acentuado descenso de las precipitaciones, condiciones que en conjunto simplemente aumentaran el déficit hídrico y especialmente en verano, pudiendo alcanzar valores que superen los límites máximos de tolerancia de los olivos. Esta afirmación está basada en un estudio llevado a cabo por Pablo Resco, quien es la cabeza responsable de los Riesgos Agrarios de COAG, quien también alerto que este cambio climático aumentara la intensidad de las lluvias logrando una mayor incidencia de la erosión de los suelos del olivar, un cultivo que es muy vulnerable debido a su gran presencia en zonas con elevadas y pronunciadas pendientes.

Ya la incidencia del estrés hídrico en los cultivos de oliva es una realidad, logrando crear las condiciones para que la producción pueda caer a pasos agigantados y cada año sería peor la prevalencia de estas condiciones debido al agravamiento de la intensidad de calor. Por lo que zonas como Jaén y Granada donde los inviernos son fríos conseguirán caídas en su producción, ni que decir de las áreas de Sevilla, que mantiene inviernos cálidos y donde la incidencia será desastrosa.

El estrés hídrico y la calidad del alimento

Aunque está demostrado que cierta cantidad de estrés hídrico podría ser benéfico para la calidad del aceite, también es un tema real que si se sobrepasan las capacidades reales de soporte de la planta de oliva se verá una efectiva disminución del ácido oleico y de los aromas, lo que en definitiva alterara el resultado final del aceite al conseguir un mayor amargor y un menor tamaño y por ende una baja en la productividad de aceite.

Esta lucha protagónica del cambio climático y la desertización contra el olivar y en definitiva contra todas las plantaciones juega un papel de destacada importancia para que los humanos puedan tomar los correctivos necesarios, si bien estamos sumamente atrasados en la toma de decisiones contundentes para frenar esta situación mediante cultivos más sostenibles y una mayor preservación de la cubierta vegetal. Además de minimizar el empleo de elementos fitosanitarios y de priorizar y optimizar el uso de los recursos hídricos que están a disponibilidad, partiendo de entender y de comprender que no son ilimitados.

Un largo camino que evidentemente es posible hacerlo y que en definitiva podría comenzar a revertir todo el daño inducido que hemos hecho al medio ambiente y que ahora estamos pagando el precio, comenzando por cultivos como las olivas y las uvas y que en definitiva se extenderán a otras plantaciones. Solo el tiempo dirá si el aceite de oliva será uno de los primeros extintos de esta carrera contra el calentamiento global, una de las últimas oportunidades que la humanidad podría tener de frenar esta locura contra la naturaleza y así salvar al aceite de oliva para las futuras generaciones.

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