«Comemos peor que hace 100 años, y lo hacemos a costa de degradar los ecosistemas de los que dependemos para seguir produciendo alimentos», afirma Eduardo Aguilera, socio fundador de Alimentta, en una tribuna abierta publicada recientemente en el suplemento Planeta Futuro del diario EL PAÍS.
El desarrollo de la agricultura española en la década de los sesenta contribuyó a paliar los problemas de desabastecimiento existentes recuperando un patrón dietético saludable y sostenible. En pocas lustros se pasó, sin embargo, «de la escasez al exceso», confirma este investigador de la Universidad Politécnica de Madrid.
Los riesgos de la sobreproducción alimentaria
Recientes estudios demuestran que la sobreproducción alimenaria conlleva el desperdicio de un tercio de lo que se produce lo que implica otros excesos que degradan el medio ambiente desde la deforestación al abuso de fertilizantes o pesticidas, y la generalización del consumo humano de productos refinados y proteínas animales.
Ventajas de la agroecología frente a la explotación intensiva
La producción alimentaria actual se caracteriza por una creciente tendencia hacia «un modelo lineal que no valoriza los residuos como recursos», señala Aguilera en su entrada en el blog Alterconsumismo.
La ganadería intensiva desaprovecha los pastos naturales y, por otra parte, en los terrenos que se cultivan buscando optimizar el rendimiento económico hay un empleo excesivo de estiércol que conlleva significativas pérdidas de nutrientes.
Otro ejemplo de disfuncionalidad en la producción agrícola intensiva es el aprovechamiento poco racional de los barbechos para fijar nitrógeno mediante el cultivo de especies como las leguminosas. Y los nutrientes de los alimentos sobrantes cierran su ciclo en incineradoras o vertederos cuando no en el medio ambiente.
La agroecología al rescate
Los expertos defienden que en la cadena alimentaria se crea valor si entre todos ayudamos a tomar decisiones que tengan en cuenta la salud de las personas y la sostenibilidad de los ecosistemas. Y ahí es donde gana terreno la agroecología, ciencia que estudia la interacción entre los distintos componentes del agrosistema.
La tesis tiene sus detractores: hay quienes argumentan que, debido a su baja productividad habría que aumentar las superficies roturadas o bien reducir la producción, lo que llevaría al desabastecimiento de los mercados.
Mientras una parte importante de la humanidad sufre hambrunas en los paises más desarrollados se siguen cuestionando en la práctica las teorías de quienes sostinen que habría que avanzar cuanto antes hacia una nueva conciencia que reduzca consumo y desperdicio.
Pese a todo, los científicos alertan de que para una transición agroecológica a gran escala no bastaría con la realización de prácticas ecológicas individuales sino que habría que promover una mayor circularidad a nivel del sistema agroalimentario completo.
Agroecología y dieta mediterránea
Un reciente trabajo realizado por el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM), asociado a la Politécnica madrileña, analizó la viabilidad real de establecer entre la población española patrones de consumo que combinen prácticas agroecológicas con otras medidas como la reducción del desperdicio alimentario y constreñir a la capacidad real del territorio el consumo de productos de origen animal. Más verduras y legumbres, en suma. Un elogio de la dieta mediteránea.
Las conclusiones de la investigación arrojan un rayo de esperanza: para Eduardo Aguilera, «la combinación en España de la dieta mediterránea con la agroecología resultaría en un sistema agroalimentario mucho más ajustado a las capacidades del territorio, generando riqueza en el mundo rural, a la vez que reduciría la dependencia externa y de recursos no renovables»,
Los beneficios de una dieta más nutritiva están al alcance de nuestras manos. Una decisión de salud particular y global, en suma.